Editorial Delirio se ha construido sólidamente en la inconsciencia, de ahí que sea un delirio cuadrado. Su catálogo es tan dispar que cuando entras en su sede, en Salamanca, los relojes invierten sus manecillas. Este magnetismo de feria, que olvida sus condiciones físicas y se centra en el movimiento indisciplinado del sonajero de un bebé, sin embargo tiene una lógica aplastante: un cierto orden dentro de un cierto caos, un «toma lo tuyo, dame lo mío», un intento por regularizar las excentricidades y los proyectos que ya se perpetraban mucho antes de que la editorial naciera.