Hoy es indispensable y urgente una nueva cultura. Esa nueva cultura sólo será plenamente humana si nace de Cristo, y de un pueblo cristiano que —con todas sus torpezas— vive de la vida que Cristo nos da (la vida divina). Por eso, lo único importante a hacer en esta vida (aquello para lo que esta vida nos ha sido dada), es descubrir, conocer y comunicar a Cristo. Sí, la nueva cultura no nacerá de las élites, porque las élites, o quienes se consideran tales, son por lo general lo más corrompido y deteriorado de la vieja. La vieja es el liberalismo, la vieja son los dos modernismos que disuelven o reducen la Iglesia, el de izquierdas y el de derechas (si es que esos términos aún significan algo). El modernismo que disuelve a la Iglesia abiertamente en la cultura dominante, y el otro (mucho más peligroso) que se presenta como tradicional sin serlo, y que la disuelve en una costra confesional anquilosada. Pero, precisamente porque Cristo es el Hijo de Dios encarnado, muerto bajo Poncio Pilato y resucitado, el perenne dador del Espíritu de Dios a los hombres, por eso quienes son de Cristo, en la comunión de la Iglesia , pueden reconocer lo que es de Dios, y lo que, justo por ello, es verdaderamente humano, en todos y en todo. Conociendo a Cristo, reconocen en todas partes “las semillas del Verbo”. En todas las confesiones cristianas, en todas las tradiciones culturales y religiosas, incluso en el ateísmo contemporáneo (del que nosotros mismos, los cristianos, somos tan responsables). Por eso la EDITORIAL NUEVO INICIO publica obras tan aparentemente disparatadas y diversas. Porque toda luz participa de la luz de Dios, venga de donde venga. Y todo amor verdadero participa del Dios que es Amor, de su gloria y de su belleza. Y lo hacemos justamente porque nos importa Jesucristo, e igual que a Jesucristo, nos importa sobremanera la verdad, la vida y la alegría de los hombres.